miércoles, abril 06, 2011

De los bocados más salvajes de puño y letra.





Había mucho ruido. La cabeza me daba vueltas a causa del alcohol. Sentía una presión intermitente en las sienes. Me aislé en mis pensamientos y decidí bajar a la piscina cubierta de la casa. Por las escaleras me tambaleaba pero conseguía mantener el equilibrio debido a que se me estaba pasando la cefalea.
Al llegar al piso, el agua se encontraba en movimiento, había alguien nadando, más bien buceando.
Caminé lentamente hasta el bordillo, me quité los zapatos, y me quedé mirando la sombra. Alguien salió de debajo del agua mientras yo me sentaba introduciendo los pies en el agua.
- ¿Qué haces aquí, Lara? – Su voz sonaba ronca pero suave a la vez.
- Me mareaba ahí arriba. Y he bajado para relajarme. Y tú... ¿cómo que no estás arriba, en la fiesta? – salió de la piscina y se acercó hacia mi.
- Estoy nadando para matar el tiempo.
- Para sacar músculo, cabrón. – los dos reímos.
- No soy tan fuerte, mira, toca. – subió el brazo a la altura del hombro y sacó músculo. Toqué donde me indicó aun que mis ojos apreciaban más su mojado y descubierto torso.
- Sí que lo estás. ¡Qué mentiroso!
- Que no, mira.
Me agarró la mano y me la llevó a sus abdominales. Sonrió pícaramente y dejó mi mano palpando su cuerpo. De repente, me rodeó con sus brazos y se acercó a mi oído.
- ¿A que te tiro? – susurró. Me hizo estremecerme.
- Ni se te ocurra.
Fui a levantarme para evitar ser empapada y él aprovechó ese descuido mío para darme un pequeño empujón y hacerme creer que me iba a dejar caer. Pero instantáneamente me agarró fuerte y me apretó contra él.
- ¿Creías que te iba a dejar caer? – susurró con voz sensual.
Tenía su cara a escasos centímetros de la mía. Él, sonreía triunfante y yo, hiperventilaba.
- Pues sí, por un momento llegué a pensarlo. – suspiré aliviada.
De repente, se agachó a mi lado y me cogió en brazos. Pataleé.
- ¡Bájame!
Antes de poder pronunciar una palabra más, pegó un salto y los dos nos introdujimos en la piscina.
Salí a la superficie liberándome de los musculosos brazos que me querían retener.
- ¡Eres idiota!
- Anda tonta. – Me rodeó de nuevo y yo le agarré con las piernas como un koala.
-Me has empapado, te parecerá bonito.
Nos quedamos mirándonos fijamente. Yo dejé de sujetarle y fui hacia las escaleras. Con el agua a su favor, consiguió alcanzarme y me atrajo hasta él de un tirón. Me besó el cuello. Pasó sus manos por mi cintura levantándome la camiseta por debajo del agua. Me giré. Me deshice de la chaqueta mientras le miraba mordiéndome el lado derecho del labio inferior. Sonrió de nuevo. Ayudó a quitarme la chaqueta y la lanzó por los aires. Después posó sus manos en mi cintura y las subió lentamente a la altura de mis pechos continuando por la espalda.
Me besó suavemente y después se quedó mirándome fijamente.
Por un momento me paré a analizar la escena: Los dos solos, en una piscina, medio abrazados, él; ligero de ropa y yo, muriéndome de ganas.
Le besé. Él a mí. Él a mí de nuevo.
Me subí a él. Le agarré con las piernas mientras me quitaba la camiseta y él, me besaba.
Nuestras lenguas jugaban a la par con la saliva, que se mezclaba a su vez con el agua que chorreábamos ambos por la cara. Sus manos sobaban mi cuerpo casi tanto como yo el suyo. Me deshice como pude de la falda, que quedó flotando por el agua al compás de nuestros besos.
Me apoyó contra el bordillo y bajó sus besos hasta el pecho, pasando antes por el cuello. Me doblé hacia atrás apoyando la espalda en el suelo de afuera y él, continuó bajando por mi tripa, lamiéndola cuidadosamente alrededor del ombligo. Me subí al bordillo y anduve hacia atrás mirándole fijamente. Él se impulsó con sus brazos y se subió también, apoyándose sobre un pie y una pierna. Las gotas de agua se deslizaban por sus músculos y mi deseo de hacerle mío crecía aún más.
Me miró como si fuera su presa.
Abrí las piernas y él gateó hasta mí, hasta quedarse a pocos centímetros de mí. Me besó, apretó su pecho contra el mío y juntos nos fuimos tumbando hasta quedarnos uno encima del otro. Entre besos, risas y caricias, el calor aumentaba.
Su mano derecha sujetándome, y la izquierda en mi seno derecho. Le agarré la nalga derecha con mi mano izquierda y apreté, lo justo.
La mano que tocaba mi seno bajó por mi tripa haciendo dibujos hasta entrar suavemente en la tela empapada de mis bragas. Él sabía lo que hacía, y yo quería que lo hiciera. Me faltaba tiempo. El morbo de que pudiéramos ser descubiertos por cualquier invitado de la fiesta, hacia este arte más salvaje.
Le bajé el bañador descubriéndole medio cachete y supo perfectamente que es lo que yo quería en ese momento. Seguí bajando deprisa el bañador hasta dejarlo en el suelo mientras sentía dentro de mí un cosquilleo.
Con la mano libre me desabrochó el sujetador y con la boca lo lanzó por ahí. Comenzó a lamer la parte descubierta con sumo gusto y yo ya me sentía sumisa.
Dejé de sentir el cosquilleo cuando noté como bajaba mis bragas con ímpetu, a lo bestia. Paró de besarme y me miró para ver si estaba segura. Asentí picarona, y con una sonrisa inició el viaje de sensaciones, rumbo al paraíso.



TU PUTA VOZ RESUENA EN MI CABEZA.