miércoles, febrero 20, 2013

No serás capaz de encontrarme. L.V.S

Aquella aventura perdía la gracia por momentos. La oscuridad de las paredes, la soledad de mis pensamientos y el eco de mis pisadas en el pasillo, largo como la noche, incrementaban mis niveles de locura. A pesar de ello, seguía caminando, tenía que pasar el reto y demostrarles mi valía. Aquí no quedaba nada ni nadie desde aquel homicidio familiar. Los demás caminaban lentamente a unos cuantos metros detrás de mí con tan solo un farol que apenas les permitía ver el suelo que pisaban. Se reían maliciosamente mientras me seguía por aquel laberinto interior. Me paré frente a una de las puertas y apreté los dientes. Ellos continuaron hasta el final del pasillo y esperaron. Creía estar serena pero mis manos temblorosas denotaban lo contrario. Suspiré y agarré el picaporte con una firmeza notablemente ausente. Sin pensármelo dos veces apreté y empujé hacia dentro. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo después de advertir aquella escena. Una sala, probablemente una oficina casera, un escritorio viejo, algunas cortinas rotas y una estantería llena de libros. La poca luz que traspasaba las cortinas de la ventana, dejaba entrever partículas de polvo que bailaban una macara danza alrededor de la sangre derramada por el suelo. Di dos pasos en falso hacia delante y, atónita contemplé el siniestro. Me concentré en mi misión y avancé hasta la estantería, con cuidado de no pisar la sangre. El miedo inundaba mis sentidos y me costaba leer los títulos de los libros, Entró un aire gélido por la ventana, violento, que cerró de un portazo la puerta. Me asusté, pero terror me impidió gritar. Rocé el canto de uno de los libros y me llené el dedo de polvo, denso. Soplé y las letras del título se dejaron ver: "Diario de un sociópata." Demasiada suerte había tenido, lo había encontrado a la primera. Lo cogí con cuidado y pudor, aquello estaba demasiado sucio y era todo demasiado tétrico. Salió sin dificultades y cuando me giré para salir de allí, me fijé en un espejo que había en frente de la vieja estantería. No tenía ni una mota de polvo, ni un rasguño. Me vi reflejada con el resto del entorno. Aquella imagen de excitación apagada se convirtió en un tembleque desosegado cuando advertí un borrón blanco pasar de un lado de sala a otro. Mi instinto de supervivencia salió de mi interior y corrí hacia la puerta pero justo cuando fui a salir, se cerró a bocajarro. Agarré el pomo pero ardía y me quemé la mano. Me di la vuelta bruscamente y vi como la sangre en el suelo empezaba a chapotear como si alguien estuviera encima saltando. Creía estar alucinando y no me preocupé demasiado, después de todo, no tenía miedo a morir. La habitación comenzó a temblar y yo me senté acurrucada en el suelo, de espaldas a la puerta. Detrás de esta se escuchaban gritos y golpes y, en cierto modo, me sentía a salvo allí encerrada. Recibí un mensaje en el móvil "Espero que estés bien, llamo a la policía. Contesta si estás viva." Cabrones. Me habían dejado sola; algo muy malo debía de haberles pasado para que llamaran a la policía. La habitación dejó de moverse y todo pareció volver a la normalidad. Me levanté y recogí el libro del suelo. hiperventilando me llevé las manos a la cabeza. De repente, el libro salió disparado hacia el espejo de un tirón y yo me paralicé  Cuando alcancé a moverme, caminé hacia el espejo y a la vez que me agachaba para coger el libro sin entender muy bien lo que estaba ocurriendo, me miraba fijamente. El vaho de mi garganta empañó el cristal y me dejó dando la espalda a aquella oscuridad solemne  Un paso hacia atrás permitió al charco hacerme notar que lo acababa de pisar y que seguía allí. La puerta se abrió de par en par brutalmente y yo me asusté, precipitándome sobre aquel charco granate. Giré el torso y apoyé las manos en la sangre, aún fresca. Miré atónita al hueco de la puerta. Instantáneamente comencé a escuchar golpes a mi lado, veía como los muebles se movían y el gigante charco volvía a salpicarme. Una tormenta sonora que, si lo intentabas localizar era imposible de advertir con los ojos pues, todo estaba en calma visualmente excepto por el polvo enfurecido que emanaba de todas partes. Estaba confundida, no entendía nada. La habitación se derrumbaba a mi alrededor y no era consciente del por qué. Mientras la nube de polvo entraba más al fondo en la sala aproveché, cogí el libro y salí por patas, corriendo como alma que lleva el diablo y cuando estuve a punto de salir por la puerta principal de aquel gran caserón abandonado, escuché tras de mí cómo una voz me decía: "Te has ido sin despedirte, Alma".

No hay comentarios:

Publicar un comentario


TU PUTA VOZ RESUENA EN MI CABEZA.