jueves, septiembre 12, 2013

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De un tiempo a esta parte me doy cuenta de que no soy capaz de controlarme a mí misma. Me paso la vida cogiendo trenes a ninguna parte, trenes que van a volver a pasar todos los días y sin embargo, los que solo pasan una vez los dejo pasar por temor a no poder volver. Es muy fácil la comodidad de la infancia, la inocencia, los puntos muertos...Me da miedo saltar del precipicio y verme caer desde el espejo de mi alma para darme cuenta antes de llegar al suelo, de que todo fue en vano...
No considero que tenga una vida difícil. La verdad es que pienso que si tuviera una vida peor sabría sobrellevarla mucho mejor. Mi problema es que estoy en el limbo de que me lo han dado todo siempre y estoy acostumbrada a que si no sale algo, saldrá otra cosa y a medida que pasa el tiempo eso se acaba y lo que quieres lo tienes que crear tu mismo, desde el corazón. A partir de ahora nada en la vida se te aparece por alguna razón y si es así, será algo importante, algo tan obvio que no serás capaz de advertir a simple vista y que si algún motivo te das cuenta demasiado tarde, habrás perdido la oportunidad de cambiar tu vida.
Considero que encaminamos nuestra vida hacia nuestros sueños y que sin darnos cuenta nuestras acciones de cada día nos hacen acumular puntos invisibles que, una vez llegan a un límite, te dan una recompensa convertida en oportunidad y que, en función de lo que hayamos vivido hasta el momento somos capaces de saber aceptarlo o no. Por eso me excuso en la suerte, me excuso en decir que no me llegan oportunidades porque cuando me doy cuenta, es demasiado tarde. No soy capaz, nunca lo he sido y dudo que llegue a serlo alguna vez. Tengo asimilado que soy autodestructiva y que por esa razón me da miedo que, viendo lo fácil que es destrozarme, lo haga alguien que no sea yo. Pero tengo a mi pequeño hater y eso no me lo va a quitar nadie. (Espero....)


martes, junio 18, 2013

Pasa rápido.

Hacía tanto tiempo que no escribía algo decente que seguiré sin hacerlo. La razón no es más ni menos que el madurar. Antes podía pasarme las horas muertas en el ordenador haciendo nada, martirizándome a mí misma por lo que no era capaz de conseguir y apenas saboreando lo poco que conseguía. Normalmente me solía sentir frágil y pequeña y a pesar de haber crecido, aquella fragilidad de papel sigue en mis venas. Con el tiempo he aprendido que no merece la pena pensar en quien se va, si no en quién va a llegar. Que tengo un futuro por delante y que lo más importante es crear unos pilares en los que poder establecerme física y emocionalmente. Y he descubierto que cuanto menos te centras en un tema, mejor te ocurren las cosas a su alrededor. Dejé de vestir de blanco y de revolotear orbitando sobre las ideas y apariencias de todo el mundo y un velo gris y mis ganas de crecer como persona se han convertido en mi único objetivo. Dejaron de hacerme falta los halagos masculinos para creerme querida, necesitada o tan solo deseada y empecé a valorar mi opiniones y única y exclusivamente las de los que me importan. Y gracias a eso aquí estoy, medio cultureta y haciendo planes de futuro, que si todo sale bien, me independizo a los 20.

sábado, mayo 25, 2013

Engañas.

Todos la habían visto reír, también llorar. La habían visto vestir su mejor conjunto por él y bajar en pijama cuando cree que nadie la mira. La han visto defender sus ideales hasta quedarse sin voz y también asentir y sonreír cuando no entiende nada de lo que la están diciendo. La habían visto codearse con la élite en fiestas de alto standing y al día siguiente invitar a un indigente a comer. La habían visto enfadarse con el mundo y después, complacer a todo el mundo con una sonrisa en la cara. La habían visto pasear sola con la nariz roja en pleno invierno y también salir empapada de la piscina en verano. La habían visto acicalarse el pelo cuando se pone nerviosa y también desalborotárselo cuando está demasiado relajada. La habían visto pasar exuberante por mitad de todos sin dirigirle la palabra más que al portero para darle los buenos días. Habían visto muchas facetas suyas, pero nadie la conocía de verdad.
Nadie sabía que lo primero que hace nada más levantarse es ponerse el calcetín del pie izquierdo. Nadie sabía que nada podía irle mal con una taza de té y un buen libro a la hora de la siesta. Nadie sabía lo vulnerable que era a las caricias en la espalda y a los besos en la punta de la nariz. Nadie sabía lo mucho que   se bañaba su almohada a sus ojos cada noche y lo poco que la costaba disimularlo. Nadie podía imaginarse las veces que podía haber visto sola en su casa la película de Amélie. Nadie sabía que se preocupaba más por los demás que por ella misma y eso le hacía feliz. No sabían nada y creían poder encasillarla en sus falsos prejuicios.

miércoles, febrero 20, 2013

No serás capaz de encontrarme. L.V.S

Aquella aventura perdía la gracia por momentos. La oscuridad de las paredes, la soledad de mis pensamientos y el eco de mis pisadas en el pasillo, largo como la noche, incrementaban mis niveles de locura. A pesar de ello, seguía caminando, tenía que pasar el reto y demostrarles mi valía. Aquí no quedaba nada ni nadie desde aquel homicidio familiar. Los demás caminaban lentamente a unos cuantos metros detrás de mí con tan solo un farol que apenas les permitía ver el suelo que pisaban. Se reían maliciosamente mientras me seguía por aquel laberinto interior. Me paré frente a una de las puertas y apreté los dientes. Ellos continuaron hasta el final del pasillo y esperaron. Creía estar serena pero mis manos temblorosas denotaban lo contrario. Suspiré y agarré el picaporte con una firmeza notablemente ausente. Sin pensármelo dos veces apreté y empujé hacia dentro. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo después de advertir aquella escena. Una sala, probablemente una oficina casera, un escritorio viejo, algunas cortinas rotas y una estantería llena de libros. La poca luz que traspasaba las cortinas de la ventana, dejaba entrever partículas de polvo que bailaban una macara danza alrededor de la sangre derramada por el suelo. Di dos pasos en falso hacia delante y, atónita contemplé el siniestro. Me concentré en mi misión y avancé hasta la estantería, con cuidado de no pisar la sangre. El miedo inundaba mis sentidos y me costaba leer los títulos de los libros, Entró un aire gélido por la ventana, violento, que cerró de un portazo la puerta. Me asusté, pero terror me impidió gritar. Rocé el canto de uno de los libros y me llené el dedo de polvo, denso. Soplé y las letras del título se dejaron ver: "Diario de un sociópata." Demasiada suerte había tenido, lo había encontrado a la primera. Lo cogí con cuidado y pudor, aquello estaba demasiado sucio y era todo demasiado tétrico. Salió sin dificultades y cuando me giré para salir de allí, me fijé en un espejo que había en frente de la vieja estantería. No tenía ni una mota de polvo, ni un rasguño. Me vi reflejada con el resto del entorno. Aquella imagen de excitación apagada se convirtió en un tembleque desosegado cuando advertí un borrón blanco pasar de un lado de sala a otro. Mi instinto de supervivencia salió de mi interior y corrí hacia la puerta pero justo cuando fui a salir, se cerró a bocajarro. Agarré el pomo pero ardía y me quemé la mano. Me di la vuelta bruscamente y vi como la sangre en el suelo empezaba a chapotear como si alguien estuviera encima saltando. Creía estar alucinando y no me preocupé demasiado, después de todo, no tenía miedo a morir. La habitación comenzó a temblar y yo me senté acurrucada en el suelo, de espaldas a la puerta. Detrás de esta se escuchaban gritos y golpes y, en cierto modo, me sentía a salvo allí encerrada. Recibí un mensaje en el móvil "Espero que estés bien, llamo a la policía. Contesta si estás viva." Cabrones. Me habían dejado sola; algo muy malo debía de haberles pasado para que llamaran a la policía. La habitación dejó de moverse y todo pareció volver a la normalidad. Me levanté y recogí el libro del suelo. hiperventilando me llevé las manos a la cabeza. De repente, el libro salió disparado hacia el espejo de un tirón y yo me paralicé  Cuando alcancé a moverme, caminé hacia el espejo y a la vez que me agachaba para coger el libro sin entender muy bien lo que estaba ocurriendo, me miraba fijamente. El vaho de mi garganta empañó el cristal y me dejó dando la espalda a aquella oscuridad solemne  Un paso hacia atrás permitió al charco hacerme notar que lo acababa de pisar y que seguía allí. La puerta se abrió de par en par brutalmente y yo me asusté, precipitándome sobre aquel charco granate. Giré el torso y apoyé las manos en la sangre, aún fresca. Miré atónita al hueco de la puerta. Instantáneamente comencé a escuchar golpes a mi lado, veía como los muebles se movían y el gigante charco volvía a salpicarme. Una tormenta sonora que, si lo intentabas localizar era imposible de advertir con los ojos pues, todo estaba en calma visualmente excepto por el polvo enfurecido que emanaba de todas partes. Estaba confundida, no entendía nada. La habitación se derrumbaba a mi alrededor y no era consciente del por qué. Mientras la nube de polvo entraba más al fondo en la sala aproveché, cogí el libro y salí por patas, corriendo como alma que lleva el diablo y cuando estuve a punto de salir por la puerta principal de aquel gran caserón abandonado, escuché tras de mí cómo una voz me decía: "Te has ido sin despedirte, Alma".

martes, enero 08, 2013

Everyday, everynight

No advertiría hasta más tarde que aquel último beso, fugaz como un deseo, un relámpago o un pestañeo; cambiaría su forma de ver la vida. Echó una ojeada a aquel cuerpo esquelético mientras se vestía y desapareció sin dejar rastro. Aquella noche volvió a salir, volvió a echar un polvo y se dejó las bragas en alguna habitación de hotel. En eso de basaba su vida, deambular de día, pillar algo de maría y colarse en cualquier baño público al crepúsculo con el objetivo de emperifollarse para salir de nuevo; bajo la luna, a cazar alguna cama en la que poder pasar la noche. Labios sabor a ron, menta, nicotina, café, vainilla... Con sabor a pereza, a frenesí, desesperación, pasión...Pero por primera vez ella echaba de menos aquellos con sabor a hachís. Se sentaba en la barra del bar a esperar que sus ojeras aparecieran entre la gente y la llevaran de vuelta a aquel colchón manchado de recuerdos. El taconeo en la tarima pasaba desapercibido entre risas y flirteos, muecas e insinuaciones; pero las dudas la dejaban con el agua al cuello. Drogodependencia, comprensible. Sin embargo la incertidumbre de si volvería o no a verle le hizo replantearse si salir huyendo cada mañana de las habitaciones de sus presas les hacía a esos hombres necesitarla como ella lo necesitaba a él en aquel momento. Si la respuesta era sí, se había convertido en una zorra. Sintió mono de algo que no podría consumir. Era peor que llevar una semana sin fumar. La ladrona de ilusiones se ahogaba con su propios pensamientos. Habían roto su esquema de vida perfecto.

miércoles, enero 02, 2013

Las apariencias engañan.

Corría estrepitosamente por el empedrado de la calle. Poco a poco iba dejando atrás su tosca rutina que le estaba amargando la existencia. No le importaba el destino, ni estar sola; corría sin más. La cabeza alta y las mejillas empapadas en lágrimas incrementaban el frenesí de su carrera hacia ningún lado. Dejó el pueblo a sus espaldas y profundizó en el bosque, bañado por una densa niebla que cubría a cualquier ser vivo que se adentrara en ella. Optó por avanzar unos pocos metros más para no perderse y poder regresar a su antojo. Cuando hubo terminado de contar cuantos pasos había dado se sentó en una roca y llevándose las manos a la cabeza, gritó. Un estallido de ira irradió de sus pulmones, atravesando su garganta y sus cuerdas vocales, dejando su cuerpo en forma de alarido. Se manoseó algunos mechones de pelo que le caían por la frente mientras hiperventilaba violentamente. El vaho que expulsaba por sus labios se mezclaba con la niebla. No podía volver a casa, pero estaba claro que allí tampoco podría permanecer mucho tiempo. Se abrazó a sí misma sin detenerse a pensarlo e intento pensar en cualquier cosa que la alejara de su casa. Tarareó un par de canciones en su cabeza, sonriendo a duras penas. Arrancó un par de setas que atisbó a su alcance y se limitó a esperar mientras los dientes le castañeteaban.
Cuando decidió que era hora para volver y encontrarse con un hogar más o menos aguantable, se levantó y se puso en marcha. A la mitad de los pasos necesarios para salir de aquel bosque escuchó el quebrar de una rama a sus espaldas. Se paró en seco mientras volteaba la cabeza para no conseguir ver nada. Aquella neblina cubría absolutamente todo su campo visual, tan solo le dejaba observar a un par de escasos metros de distancia. El barro húmedo, un par de ramas mojadas y otro crujido de ubicación desconocida. Miró a todos lados y creyó visualizar una especie de destello. Balbuceó. Paralizada, mirando al horizonte sentía como alguien se acercaba por detrás pero, presa del miedo no consiguió mover ni siquiera un músculo. Apretó los dientes. Una melodía era tarareada cada vez más cerca de su oído. Comenzó a temblar mientras pensaba en todas las maneras más extrañas y dolorosas de morir. Tenía el corazón en la garganta y nudo en el estómago, las pestañas tiesas y el cuerpo congelado. La cantinela pegadiza se repetía en su cabeza de manera escabrosamente irónica. De repente vio como una mano acariciaba su rostro desde atrás pero no podía sentirla. Los dedos jugaban con su mejilla probablemente morada a causa del frío. Podía verlos a duras penas pero desde luego sentía su pómulo vacío, si cerrara los ojos no sentiría que la estaban tocando. Sorprendida por la capacidad que encontró en sus entrañas de girar la cabeza, advirtió unas manos jóvenes, masculinas, que continuaban su recorrido por unos largos brazos que conjuntaban con un perfecto chico adolescente que la miraba con ojos de resignación. Esos ojos tristes, apagados y sin brillo cambiaron radicalmente cuando notaron que ella relajó sus facciones y se dispuso a hablarle. Antes de que pudiera pronunciar palabra él se le adelantó.
-¿Puedes verme?


sábado, diciembre 29, 2012

Nunca estoy conforme.

Me aburre el sinsentido de las calles. La indiferencia de las aceras. El color gris de los ojos de la gente que busca el calor de un bar o unos labios. Las prisas sin más. El frío en los pensamientos. La rutina del que se deja guiar por los demás. Me aburre tomar la misma dirección todos los días. Visitar los mismos parques (que cambian cada día). Tus reglas trascendentales. Los dolores de cabeza inoportunos. Los kilómetros, me aburren todos. Me aburre cumplir años y celebrar la Navidad. Mi cara pálida cuando me sorprendo y no se qué decir. Las charlas morales a la hora de cenar y los consejos por la mañana. Me aburre ver llover tras esta ventana que me enjaula. Reír por algo que realmente no tiene gracia. Los cumplidos por compromiso. La hipocresía de la caja tonta. Los regalos a deshora. La inmediatez de las disputas. La pobreza de los días. La soledad de las noches. Las luces de neón en los garitos. La mierda que se meten aquellos que no saben cómo seguir adelante. Tus vicios. Los míos. La deshonra de quienes deberían velar por nosotros. La falta de inocencia. La desfachatez del ignorante. Las palomitas de colores que acompañan las películas de los domingos. (Prefiero ver una película un viernes por la noche). Las vuelta de tuerca. Las insinuaciones inseguras. Me aburre la vida decente. La normalidad y sus expectativas. Mirar al techo buscando respuestas a preguntas imposibles. Las ganas de no hacer nada. Las ganas de tenerlo todo. Las sonrisas fingidas y las meteduras de pata.


¿Qué hago aquí?

TU PUTA VOZ RESUENA EN MI CABEZA.